viernes, noviembre 25, 2005
Poesía de calle
Prespectivas
Como todas las mañanas, hoy también me levanté, me duché y después de desayunar me dispuse a salir a la calle.
El cielo estaba muy encapotado, el viento soplaa con ganas y el frío en seguida me heló la punta de la nariz.
No tardó en empezar a llover, pero poco me importó. Realicé un par de encargos y me propuse observar mi alrededor desde debajo de mi paraguas.
El agua caía con fuerza, formando charcos en el arcén y los coches no daban ni cinco segundo de descanso a sus bocinas. Yo pasé por debajo de todos los balcones que chorreaban.
Acorté mis pasos y disminuí el ritmo de la marcha al acercarme a los jardines de Méndez Núñez. El verde de los árboles era intenso, el ambiente olía a hierba mojada y el tiempo parecía transcurrir a una velocidad distinta a la del resto de la ciudad.
Entonces me fijé en en las personas que se encontraban dentro de mi ángulo visual: matrimonios mayores, mamás con cochecitos, estudiantes, comerciales, amas de casa, transportistas, albañiles...; todos con prisas, corriendo para arriba y para abajo, con las caras largas, peleando con sus paraguas.
En esos insantes, paseando, me di cuenta de que en mi rostro se dibujaba una sonrisa luminosa que decidí regalar a todos los viandantes que se cruzaron en mi camino, a pesar de que nadie fue capaz de devolvérmela (pero eso no influyó en la felicidad personal que viví).