sábado, abril 30, 2005

(sin título)

Este post podría titularlo: "Nada cambia si tu no lo haces cambiar"; "Momento especial"; "Palabras que llegan al corazón"; etc, etc, etc, pero ninguno de ellos y más que he pensado me ha gustado del todo ni lo he encontrado lo suficientemente adecuado para englobar lo que os quiero contar. Y digo quiero contar en lugar de voy a contar porque éste es un de eso momentos en que las ideas que estan en tu mente se encuentran más o menos estructuradas y claras, pero no encuentras las palabras adecuadas o no sabes como expresarte. Vereis, por donde empezar... Empieza por el principio me diría uno que yo me sé, pues bien, el principio ya me queda algo lejos y algunos de vosotros ya lo conoceis y cierto es que depués de la tormenta llega la calma, aunque la mia tardó en llegar, pero ahora que el mar brilla, todos tenemos que poner de nuestra parte para que así siga y para que su azul sea aún más intenso. A mi me ha costado mis esfuerzos: bajar la cabeza en algunas ocasiones, acallar mis pensamientos, contener comentarios inadecuados, tragarme mi orgullo... pero al fin, todo eso está dando sus frutos. Unos frutos que quizás esten creciendo a velocidad vertiginosa o incluso alcanzando tamaños jamás insospechados, desde mi punto de vista, claro, pues ayer mantuve una corta, pero intensa conversación con una de las personas más importantes de mi vida y a la que debo más de la mitad de lo que soy, y a raíz de eso he estado pensando (que no rallandome, que no es lo mismo). Y es que a veces estamos erre que erre para hacer o decir determinadas cosas para complacer a los demás o a nosotros mismos y no vemos la importancia que puede tener para nuetro internlocutor un simple cambio de terminología. Es como en lugar de que te llarmen los amigos po su nombre, que te pongan un mote cariñoso; o escuchar ese te quiero, cariño tan deseado por parte de la persona a la que más amas, etc. Los demás también aprecian, valoran y les hace sentir especiales que tu tengas algun que otro trato similar con ellos y, aunque a un amigo sea fácil pasar de llamarle Juan José a Juanjo, por ejemplo, con otras personas quizás nos cueste más, pero seguro que merecerá la pena ese esfuerzo, no llamarle a una persona por su nombre sino por lo que representa para ti, por mucho que se lo demuestres con hechos. Seguro que si yo fuera madre, me dolería en el alma que mis hijos/as no me llamaran mama...

No hay comentarios: